domingo, 22 de febrero de 2015

Solamente humanos (una reflexión sobre la lectura)

Se confunde interesadamente el fomento de la actividad lectora con la compra de libros y otras plataformas de lectura, como si el continente fuera lo que crea el hábito y no al revés. Para leer "basta ser solamente humanos", decía Pablo Neruda. El problema es que el mercado editorial no busca humanos: quiere clientes. Ni siquiera lectores. Clientes del día de San Jordi, clientes del Día de la Madre, clientes del Día de los Enamorados… clientes oportunos, fugaces, desmemoriados. Un libro por sí mismo no enseña nada si el lector no lleva dentro de sí, debidamente engrasada, la capacidad de emocionarse con él. Y aquí se abre el drama de la enseñanza que conlleva la imposición de leer. Sin duda, el mejor método que podíamos idear para echar a perder lectores es obligarlos a comprar un libro. Lo que aprendemos bajo el dominio del deber termina engendrando resistencia. Aunque pudiera deleitarnos. Más bien es el camino inverso lo que deberíamos emprender si queremos que algunas personas lean (no todo el mundo está obligado a hacerlo, como recuerda Daniel Pennac). Por experiencia sabemos que el conocimiento viaja del mar a la fuente y no al revés. Del presente hacia atrás siempre, de la vanguardia a la tradición. Porque una cosa es ser humanos y otra bien distinta sentirnos humanos. Para sentirnos humanos es preciso el concurso de los otros. Lo primero viene dado y no requiere esfuerzo ni talento. Lo segundo exige ambas cualidades: se necesita talento y esfuerzo para buscarnos a nosotros mismos a través de las historias, los poemas, las canciones, las películas y los lienzos que otros antes que nosotros leyeron a su vez. Interpretaron así su realidad como nosotros hacemos con la nuestra; nos legaron sus fórmulas y sus dudas, sus preguntas, sus respuestas, la grandeza y el fracaso de su esfuerzo. Aprender a sentirse humano exige, desde luego, amor hacia uno mismo y hacia la vida. 

En el Aula Literaria Jesús Delgado Valhondo






















Fotos: Eladio Méndez