viernes, 26 de septiembre de 2014

La verdad es concreta


Es frecuente escuchar argumentos que sostienen que no existe una sola verdad sino muchas verdades o, más exactamente, la verdad que cada cual quiere ver. Este relativismo confuso y utilitario encubre una total falta de compromiso por parte de quienes así se manifiestan, siquiera en la búsqueda de esa verdad particular y exclusiva que, al parecer, todos acuñamos según nos interesa. En realidad, al hablar de "mi verdad, tu verdad" se está renunciando al esfuerzo sincero por hallar una solución que puede no complacernos, no ser de nuestro gusto. De ahí que elijamos el dudoso consuelo de lo conocido frente a lo desconocido. Es indudable que la verdad a menudo estropea una frase ingeniosa, combate tópicos, derriba prejuicios y, sobre todo, requiere una atención constante, de ahí que tantas veces nos resulte molesta. Mejor nos conformamos con la verdad doméstica que nos han fabricado a la medida de nuestras necesidades sin consultarnos siquiera. Lagunas del sentido común donde lo mismo da hablar de religión que de trascendencia, de ideologías que de justicia, de medioambiente que de supervivencia, pues todo es relativo y depende "del cristal con que se mira". El relativismo es el cáncer de la inteligencia, esa dádiva fatigosa que, tal como pedía Juan Ramón, puede ofrecernos el nombre exacto de las cosas. Así la defendió y persiguió toda su vida el poeta y dramaturgo alemán Bertolt Brecht. En uno de los pilares que sostenía el cuarto donde trabajaba, escribió: "La verdad es concreta". Al lado, junto a la ventana, un burrito de madera tenía colgado un letrero donde el poeta había escrito: "También yo debo entender". Pocos meses después los nazis invadieron la casa destruyendo la habitación, el pilar y el burrito. Todo lo arrasaron menos la memoria, la razón y la verdad, que hoy siguen intactas como el primer día.

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