sábado, 19 de enero de 2013

Interioridades


Hoy me ha dado por mostrar mi estudio. Siete rápidas fotos con el móvil y un sólo click para mostrar al mundo -es decir, a todos y a nadie- mi guarida. Ahí está la biblioteca que van formando los años, el lugar que eligen los poemas para terminar siendo como son, el espacio donde el tiempo se detiene cuando suena una música, el rincón para las risas y las copas (que tan a menudo celebro en soledad), la dulce lámpara, el mausoleo, en fin, de recuerdos, cartas, fotografías y conchas marinas. Todo al aire. Bien al descubierto. 
Para alguien que lleva media vida escribiendo poesía, desnudando su alma en verso, este repentino exhibicionismo es pecata minuta, un juego amable y divertido. Ya antes mostré lo que importaba, mi corazón y mis vísceras. Y nadie miraba.

    



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