miércoles, 15 de junio de 2011

Parábola del que regresa

Un día cerré mi casa a cal y canto y eché a andar. De mis amigos a ninguno escuché. De entre los fingidores a ninguno volví la mirada. Sola y cerrada quedó mi casa. A merced de las hierbas y los gatos; blanco de alguna piedra y los claros de luna; misteriosa -cuentan- y arruinada. Los años han pasado con la desesperada urgencia de las horas. Los meses, como si fueran minutos. Hoy he regresado a la casa llena de hierbajos y macetas oxidadas. Dentro, sobre la mesa podrida, los poemas que no fui capaz de escribir entonces. Al fuego tibio del olvido he ido arrojando una tras otra aquellas hojas. Ahora tengo las palabras, todas las palabras. Y tú, mi solitaria inquilina, regresas conmigo.

4 comentarios:

  1. ¡Vaya, vaya, qué sorpresa! Ya veo que has vuelto Daniel, aunque cuesta reconocer tu nueva casa
    :-)
    Bienvenido de nuevo... y un gran abrazo

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  2. Isabel, ésta, mi nueva y humilde casa, se encuentra a medio hacer y nadie conoce aún su dirección. Realmente eres la primera visita. Bienvenida. Como ves no hay mucho que ofrecer; la ausencia de vecinos permite oír la lluvia en la noche o el vuelo de incesantes luciérnagas cuando el sol se pone. Brindemos Isabel, amiga mía, por todo lo que acaba y todo lo que empieza. Salud!

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  3. Ya veo que vuelves con pocos ánimos :-)
    Será la caló y el ritmo del verano, pausado y sin más expectativas que disfrutar perezosamente de las horas largas y cálidas. En eso ando yo también...
    Un abrazo Daniel

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  4. Pues si tienes las palabras ahora sólo queda ubicarlas en los renglones adecuados.
    Bienvenido!

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